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Los Cíclopes pastores en la literatura griega [1]
Prof. Juan Antonio López Férez

Notas

1. Los repertorios mitológicos distinguen tres clases de Cíclopes bien diferenciados [2]. Los Cíclopes pastores de la Odisea [3]; los semejantes a los dioses [4], es decir, Brontes, Estéropes y Arges, que regalaron a Zeus el trueno y el rayo; y, por último, los que construyeron las murallas de Micenas.

Nosotros nos ceñiremos a los Cíclopes pastores, cuya importancia en la literatura griega ha sido mucho mayor que la de los otros dos grupos. Ha habido estudiosos que han postulado un origen comun de los tres tipos, sosteniendo que todos ellos proceden de una divinidad del fuego [5].

2. El canto noveno de la Odisea nos ha transmitido la descripción mas antigua y completa a propósito de los cíclopes pastores. Su país está situado en algún lugar de Occidente al cual han llegado Ulises y sus compañeros desde el territorio de los lotófagos.

No se hacen precisiones ni sobre la situación geográfica ni a propósito de los días que tardaron en llegar hasta él: «Desde allí proseguimos navegando con el corazón acongojado y llegamos a la tierra de los Cíclopes, los soberbios, los sin ley...» [6]. De una lectura atenta del texto se desprende que Homero retrasa deliberadamente la acción, pues, tras decir que han llegado al país de los Cíclopes, se nos ofrece un largo excurso sobre una isla próxima a tal territorio, lo que le sirve al poeta para establecer gran número de paralelismos y contrastes entre ambos lugares. Así, podemos suponer que los Cíclopes viven en el continente, por oposición a la citada isla. No obstante el texto homérico no afirma nada en tal sentido.

Tras un excurso, leemos que Ulises y los suyos, desde tal isla, después de comer, contemplan la tierra de los Cíclopes situada a lo lejos [7]. Es importante señalar que lo primero que distinguen es el humo: oyen también sus voces y, asimismo, los balidos de ovejas y cabras [8].

Un punto destacado del relato homérico es que la expedición que, desde la mencionada isla, emprende Ulises hacia la tierra de los Cíclopes, acompañado de doce de los suyos, en una sola nave, es un acto voluntario, de inspección y reconocimiento, pues los héroes tenían provisiones suficientes para continuar el viaje. Ulises dijo: «Quedáos ahora los demás, mis fieles compañeros, que yo con mi nave y los que me acompañan voy a llegarme a esos hombres para saber quiénes son, si soberbios, salvajes y no justos, o amigos de los forasteros y con sentimientos de piedad con los dioses» [9].

Es preciso volver unos versos atrás para recordar que los Cíclopes son soberbios y carecen de normas establecidas [10]: «Confiados en los dioses inmortales, no plantan con sus manos frutos ni labran la tierra, sino que todo les nace sin sembrar y sin arar: trigo y cebada y viñas que producen vino de gordos racimos; la lluvia de Zeus se los hace crecer. No tienen ágoras donde se emite consejo ni leyes; habitan las cumbres de elevadas montañas en profundas cuevas, y cada uno gobierna a sus hijos y mujeres y no se preocupa de otros» [11].

En este pasaje comienza en la literatura europea el interés por los Cíclopes pastores, pueblo mítico que vive en un país lejano y de modo primitivo. Efectivamente, habitar en las cimas de las montañas dentro de cuevas, no tener relaciones de amistad con los congéneres, no atenerse a leyes divinas, no sembrar ni arar, no tener naves [12] son rasgos suficientes que nos indican el retraso cultural de tales seres. Sabemos, empero, que habitan un país idílico donde la tierra les ofrece todo lo que necesitan sin el menor esfuerzo por su parte. Es curioso que, sin fatiga alguna, conocieran los cereales y el vino.

El contraste entre dos planos contrapuestos es visible en varios detalles dentro del largo pasaje dedicado a los Cíclopes. Polifemo es descrito de este modo: «Era un monstruo enorme, y no se parecía a un hombre que come pan, sino a una cima boscosa de las elevadas montañas, que se presenta sola, apartada de las demás» [13].

Tanto en ese lugar como en otros pasajes del episodio que estudiamos se ha visto una fusión de varias versiones anteriores, más bien que una pluralidad de manos poéticas [14].

El contraste resulta evidente, asimismo, en lo referente a la isla, no muy distante de la región de los Cíclopes, adonde arribaron Ulises y sus compañeros [15]: en esa isla no había sembrados ni ganados, sino cabras montaraces. En cambio, los Cíclopes, sin proponérselo y sin trabajarlos, conocen el trigo, la cebada y el vino. Piénsese que cereales y vino, junto con el aceite, forman la tríada mediterránea, seguro indicio de civilización frente a los pueblos bárbaros. Ademas, los ganados del Cíclope, como puede entenderse de la lectura del texto, están ya domesticados: la domesticidad es un paso importante en la historia de la humanidad. Otro detalle relevante es que el poeta afirme que en tal isla no hay cazadores [16]. Piénsese, en efecto, que los Cíclopes no practican la caza, al menos en la Odisea; por el contrario, Ulises y los suyos sí obtienen abundante caza usando arcos y venablos. La isla está descuidada, sin arar ni sembrar, a pesar de que sería excelente para la vid, la mies y toda clase de frutos; su puerto es tan excelente y esta tan protegido, que ni siquiera es preciso echar el ancla ni atar las amarras de las naves. Los Cíclopes, en cambio, carecen de naves y no pueden aprovecharse de las magníficas condiciones de la isla cercana.

Como hemos visto, los Cíclopes, sin esfuerzo alguno por su parte, disfrutan de una situación privilegiada, propia de quienes en la primera generación eran hijos de Gea y Urano, y, por tanto, tíos de Zeus. Polifemo, por su lado, hijo de Posidón, es sobrino de Zeus [17].

Ulises deja en la isla el resto de la expedición, y con una sola nave se dirige al país de los Cíclopes. Nada más llegar a tierra, ven, junto al mar, una gruta elevada donde pernoctaban numerosas ovejas y cabras: «Allí habitaba un hombre monstruoso que apacentaba sus rebaños, solo, apartado, y no frecuentaba a los demás, sino que vivía alejado y tenía pensamientos impíos» [18].

Varias características definen a Polifemo por oposición a los demás Cíclopes. Destacan entre ellas la soledad, señalada tres veces en el mismo verso [19], y, asimismo, el hecho de practicar el pastoreo, grado cultural mas avanzado que vivir simplemente de lo que la naturaleza ofrecía espontáneamente a sus congéneres.

Pero insistamos en la soledad de Polifemo. Tal Cíclope vive solo, o sea, soltero, sin familia, y, además, alejado de los demás, es decir, sin pertenecer a comunidad alguna por rudimentaria que fuera. Por último, no frecuentar a los demás conlleva no tener trato con ellos, no querer saber nada de vecindad ni amistad con nadie.

Encontramos aquí un detalle paradójico, pues un ser que parece desenvolverse en una etapa cultural más avanzada que la de los demás, en cambio, vive en unas condiciones más salvajes que el resto de los Cíclopes.

Leemos en el pasaje que venimos mencionando indicaciones acerca de las actividades de Polifemo: la separación de corderos y cabritillos en grupos diferentes (añales, medianos, lechales); las colodras y jarros bien construidos para el ordeño; la disposición de los quesos en zarzos son elementos que hacen pensar en alguien ordenado y meticuloso. Todo ello constituye una anticipación deliberada que pondrá de manifiesto, por contraste, toda la ferocidad del personaje.

Antes que Polifemo llegue a la caverna, los compañeros de Ulises le piden al héroe volverse a la nave tras haber cogido buena provisión de quesos, cabritillos y corderos [20]. Una vez más, de modo deliberado, Ulises, llevado por el enorme atractivo que sienten los griegos clásicos ante lo desconocido, decide esperar, ver al amo de todo aquello, confiando en recibir los dones debidos al forastero que llega de lejos. Es cierto, con todo, que el oyente avisado podía conocer de antemano algunos indicios sobre el sanguinario monstruo, pues los cantos anteriores nos informan de que Posidón está irritado contra Ulises porque éste ha privado del ojo a Polifemo, parecido a un dios, cuyo poder es el más grande entre todos los Cíclopes [21].

El uso del vino para embriagar al Cíclope es un elemento importante y relativamente moderno, pues ciertos rasgos formularios vienen a subrayar la gran importancia de tal bebida en el desarrollo de la acción. Ulises estaba al mando de doce naves [22], eligió doce compañeros para ir a la tierra de los Cícloples [23], y disponía de doce ánforas de vino [24], regalo de Marón. La calidad de ese vino es subrayada por la cantidad de agua necesaria para hacer una buena mezcla: una medida de vino por veinte de agua [25]. Por otra parte se pone el énfasis en su extraordinario olor: era, en suma, una bebida divina [26], pues cuando se percibía su aroma ya no era agradable irse de su lado [27].

Los Cíclopes conocían el vino [28], pero de calidad muy inferior al que Ulises traía [29]. En realidad, las excelencias de este vino se contraponen al salvajismo y fiereza de Polifemo, que no conoce reglas justas ni divinas [30].

Los contrastes surgen por todas partes. La misma sensación de orden que Ulises y los suyos hallan en la cueva del monstruo se repite cuando éste llega al frente de sus rebaños. Primero, separó los machos, que dejó fuera en el recinto pertinente; luego ordeñó las ovejas y cabras; y, a continuación, les puso debajo sus lechales. Después, cuajó la mitad de la leche, y la otra mitad la colocó en vasijas para bebérsela. Aparte de eso, el monstruo había traído un enorme haz de leña para calentarse, pues no usaba el fuego para cocinar los alimentos. Es bien sabido por los antropólogos que la distinción crudo/cocido es una nota definidora de la barbarie frente a la civilización.

Un rasgo importante es que el Cíclope pasa la vida entre sus animales: pastoreando, ordeñando y ocupándose de ellos de diversas formas. Todo eso influye en que esté especialmente asimilado al mundo animal, bestial. De hecho, la única frase amable se la dirige a un carnero al final de la larga secuencia que nos ocupa [31].

Por el contrario, son ultrajantes las primeras frases del monstruo dirigidas a los extranjeros, a quienes toma por piratas. Ulises le cuenta que son aqueos que vienen errantes desde Troya; que pertenecían al ejército de Agamenón; que han llegado hasta allí y se acogen a sus rodillas, pidiéndole los dones de la hospitalidad y mencionándole a Zeus, protector de los suplicantes. Dura es la respuesta de Polifemo: los Cíclopes no se preocupan de Zeus ni de los dioses, porque ellos son mucho más fuertes.

La contraposición de planos resulta clara. Por una parte, la actitud de Ulises y los suyos hacia los dioses [32], la confianza de los Cíclopes en los dioses [33], y la mención de éstos [34]; por otra, las palabras de Polifemo afirmando que los Cíclopes no se preocupan de los dioses [35] y que a él, personalmente, le trae sin cuidado el odio de Zeus [36]. Con todo, en cierto momento, no duda en pedir ayuda de un dios: Posidón, su padre [37]. Así, pues, el Cíclope parece debatirse entre sus congéneres y una rebelión especial contra el poder de Zeus [38].

Polifemo no muestra ningún interés por Troya, ni por Agamenón; está muy lejos del mundo heroico. En el momento en que se entera de que Ulises y los suyos están solos, sin posibilidad de ayuda ni escapatoria alguna (en realidad, el héroe lo había engañado, pues la nave estaba en lugar seguro, no destrozada) se manifiesta tal como es en realidad, sin rebozo de ninguna clase. Sin decir una palabra, agarró dos hombres, los golpeó contra el suelo, reventándoles los sesos, cortó en trozos sus miembros y se los comió como un león montaraz, sin dejar ni sus entrañas ni sus carnes ni sus huesos llenos de meollo [39]. A continuación tomó leche pura, sin mezcla [40].

Dos motivos que contribuyen a perfilar la naturaleza salvaje del Cíclope son su actitud ante la petición de los dones de la hospitalidad y el hecho de beber vino puro. Que Polifemo, con el mayor descaro, diga que el don que va a otorgar a Ulises será comérselo el último rompe totalmente los esquemas del comportamiento debido hacia los huéspedes, con lo que se manifiesta un menosprecio absoluto hacia toda norma de coexistencia civilizada. Por otro lado, a ojos de un griego, beber vino puro, sin mezcla alguna, hasta emborracharse, es indicio claro de brutalidad, de carencia absoluta de todo refinamiento y de ignorancia total de las normas más elementales de los simposios.

Interés indudable tiene el instrumento utilizado para dejar ciego al monstruo. En otras versiones populares, el héroe se vale del propio espetón con que el salvaje caníbal ha asado a los extranjeros. En la Odisea es un trozo de olivo, que había de servir al monstruo como bastón, el medio usado para quitar la vista al Cíclope [41]. Por cierto, el poema épico nos habla de un ojo [42], aunque en ningún momento se dice que Polifemo tuviera sólo uno. En el instante en que el héroe se dispone a quemar el ojo se nos dan varios detalles anatómicos: se habla de párpados y cejas, en plural poético [43].

Cuando Ulises, a las preguntas de Polifemo, contesta que se llama «Nadie», está introduciendo un elemento importante para que los Cíclopes tomen por loco a su congénere y se marchen sin prestarle ayuda. Así, el héroe y los suyos logran salvar la vida por el momento y preparar su huida.

En el episodio de los Cíclopes, en suma, podemos ver la existencia de un país que está a medias, entre la civilización y la barbarie, lo que le permite al poeta detenerse en las diferencias entre naturaleza salvaje y cultura griega, claro preludio del debate establecido en el siglo V a.C. a propósito de la oposición entre naturaleza y ley. Hay excesos por ambas partes: si Polifemo afirma que los Cíclopes no se preocupan de Zeus ni de los dioses [44], Ulises, cuando ya está a salvo, le dirige frases muy ofensivas al monstruo: ni el que bate la tierra, o sea, Posidón, le curará el ojo [45].

Realmente, Polifemo es un caso especial entre los suyos. En el canto primero de la Odisea se afirma que aquél tiene el poder supremo enke los Cíclopes [46]. Por otro lado, Aristóteles se preguntaba ya por qué había que considerar a Polifemo un Cíclope, pues no le correspondía serlo ni por su padre ni por su madre [47]. Pero el caso es que, en la literatura europea, tal Cíclope figurará ya para siempre como el primer ser gigantesco vencido por la astucia humana.

3. Hesíodo menciona a los Cíclopes en varios pasajes [48]. Precisamente en un escolio leemos que los Cíclopes eran, en verdad, semejantes a los dioses, y que Crates había insistido en que, aun nacidos de inmortales, crecieron como mortales, pues, según un catálogo, resultaron muertos por Apolo [49].

4. Píndaro nombra a los Cíclopes en algunas secuencias [50]: en una de ellas [51] se nos habla del pórtico ciclópeo de Euristeo, alusión evidente a los Cíclopes constructores. Muy breve es la cita que hallamos en Baquílides [52].

5. Entre los tragicos, Eurípides es el único que se ocupa de los Cíclopes pastores, en especial de Polifemo [53]. También saca a colación las murallas ciclópeas de Micenas [54] y a los Cíclopes forjadores del rayo de Zeus [55].

La Comedia contribuyó en buena medida a fijar los rasgos de un personaje como Polifemo, caracterizado desde la Odisea con ciertos rasgos cómico-burlescos: emborracharse tras haber empleado la fuerza bruta; comer y beber en exceso; eructar; andar a tientas; tener un solo ojo; ser fanfarrón.

Del Cíclope de Epicarmo se nos han conservado algunos fragmentos en que se nos habla de las grandes dimensiones del recipiente usado por el monstruo para beber y, asimismo, se mencionan los sabrosos compañeros del héroe de muchos recursos [56].

La comedia ática empleó en varias ocasiones el tema del Cíclope. Por ejemplo, Cratino, en sus Ulises, nos presenta al monstruo como licencioso, glotón y bebedor. El Cíclope llama Marón al vino [57], y habla de asar, tostar y cocer a los camaradas de Ulises, dando todo tipo de detalles acerca de las salsas con que los va a preparar y sobre la manera de comérselos.

Aristófanes parodió el ditirambo de Aristóxeno donde aparece el Cíclope entonando una canción de amor [58].

Nicócares, por su lado, nos ofrece un pasaje donde Galatea rechaza al Cíclope, llamándole «mal educado» [59].

Otros autores cómicos escribieron otras tantas comedias tituladas Cíclope, que, aunque perdidas para nosotros, son muestra del interés por el tema [60].

7. El Cíclope euripídeo [61] es el único drama satírico completo que nos ha legado la literatura griega [62]. Anteriormente habían tratado el tema otros trágicos [63]. Eurípides se toma las grandes libertades que le permite tal género literario en lo referente a escenografia y duración de la obra. El detalle más destacado quizás es que Ulises puede entrar y salir libremente de la cueva. El país de los Cíclopes aparece situado al pie del Etna, en Sicilia, lugares mencionados en la obra catorce veces. Tal insistencia en la localización geográfica ha sido relacionada con el hecho de que la obra hubiera sido escrita en los alrededores del 411 a.C., es decir, dos años después del espantoso desastre ateniense en Siracusa.

Aunque no faltan situaciones cómicas, grotescas, propias del género, aparece en la obra un tono intelectual y sofístico evidente. El Cíclope tragón y bebedor de la comedia sustituye ahora, con un cierto carácter científico, los dioses por la riqueza, la comida y la bebida [64]. No le importaban nada los cabos ni los promontorios marinos mencionados por Ulises; le domina un hedonismo basado en comida, bebida y sexo. Era una idea antigua que aparece en poetas griegos arcaicos; nuevo, en cambio, es el perfil de tipo sofístico: Zeus es comer y beber [65]. Junto a eso, otra característica del monstruo es su gran hostilidad hacia las leyes, siguiendo la línea de los grupos más conservadores y reaccionarios de la Atenas del momento [66]. Polifemo critica abiertamente a quienes han hecho las leyes, complicando, dice, la vida de los hombres. Es verdad que los Cíclopes homéricos carecían de normas establecidas [67]; pero es a fines del V a.C. cuando los grupos extremistas sostuvieron que eran los hombres débiles y la mayoría los que decretaban las leyes [68].

Los Cíclopes habitan en grutas [69] y ninguno de ellos respeta a nadie en nada [70]; o sea, el cuadro homérico sigue vigente a grandes rasgos. De su aspecto fisico se nos dice que tienen un solo ojo [71] situado en medio de la frente [72]. En cuanto a Polifemo, Eurípides modifica algo su genealogia cuando afirma que es hijo de Posidón y de la Tierra [73]. Los Cíclopes, por otro lado, como en Homero, no practican la agricultura ni conocen el pan [74], pero, ademas, ignoran el vino [75], lo que supone un estadio cultural más atrasado que el ofrecido en la Odisea.

Pero en el drama euripídeo encontramos algunas innovaciones. El Cíclope tiene rebaños de cabras y ovejas, como en Homero, pero, ademas, de vacas [76]. Del ganado no se ocupa Polifemo, sino sus esclavos, los sátiros [77], mientras él se dedica a cazar con perros [78]. Estamos ante un personaje singular con cierto poder económico: ganado menor y mayor, esclavos, etc. De los Cíclopes, en conjunto, tenemos ahora más innovaciones. No son vegetarianos como parece ser el homérico, sino que, aparte de leche y queso, comen carne de sus rebaños [79]. Polifemo gusta de mezclar leche de oveja y vaca cuando no las bebe por separado [80]. No se preocupa mucho por cuestiones de alimentación, porque sabe que la tierra, quiéralo ella o no, por fuerza, pare hierba y le engorda los ganados [81].Además, el canibalismo es ahora una característica de todos los cíclopes [82].

La escena de antropofagia tiene una importancia especial. Si el Cíclope homérico es un ser salvaje que come como un león y no deja nada de sus víctimas, el euripídeo esta lleno de refinamiento. Las comidas impías le son servidas por Sileno [83]. En su relato [84], Ulises nos hace saber la antropofagia del Cíclope, que devora a los griegos como si se tratara de un sacrificio.

Ha ordenado previamente que le traigan los cuchillos de despedazar [85] y que amontonen un haz de leña y le prendan fuego. En ambos casos los sátiros actúan como servidores. El monstruo habla así: «Pues inmolados al punto, llenarán mi vientre, comiendo yo carne caliente a la brasa gracias a mi trinchador; y la restante, cocida y blanda, de una caldera. Que estoy harto de comida de monte. Basta ya de banquetearme con leones y ciervos. Mas, en cambio, hace mucho tiempo que me privo de comer hombres» [86].

Notamos, pues, que este Cíclope, de un lado, está en un estadio cultural mucho mas avanzado que el odiseico, porque utiliza el fuego para cocinar los alimentos, y no se come la carne cruda; pero, de otro modo, es mas cruel y sanguinario. El orden seguido está claro: primero, asar; después, cocer. En el pasaje anterior al arriba citado hallamos un contexto paradójico: el trinchador, el Cíclope, en vez de repartir a los demás la carne troceada, como era norma en los festines, se la ofrece a sí mismo [87]. Tanto este rasgo, no compartir con los demás su comida, como el detalle de comer carne de león, son aspectos que subrayan el extraordinario salvajismo y la ferocidad sin límites del personaje.

El texto que estudiamos contiene varias palabras en íntima relación con el lenguaje sacrificial; se habla de vasijas sacrificiales (sfageîa), apropiadas para recibir la sangre de las víctimas [88]; de la mandíbula de las hachas [89]; del cocinero de Hades [90]. En tan horripilante escena, el monstruo actúa con enorme sangre fría, según el rito previsto y consabido [91]. Decíamos que el orden y distribución están perfectamente preparados: asa la carne, y, de otra parte, cuece los miembros troceados en una caldera [92].

El Coro menciona el infame banquete donde el monstruo asa, cuece y toma los alimentos desde las brasas: disfruta, roe y corta [93]. Tras ese inhumano festín, Ulises le ofrece vino varias veces. A diferencia del relato homérico, en Eurípides, Polifemo, lleno de vino, no se duerme, sino que quiere irse de juerga con sus hermanos. El de muchos recursos le deja la bebida a su alcance y entera disposición, diciéndole que gracias a ella obtendría prestigio y placer [94].

Ulises decide privarle de la vista, pero, a diferencia de la Odisea, no es con el fin de poder escapar del antro una vez que el Cíclope removiera el enorme pedrejón que bloqueaba la entrada; en Eurípides se trata, en cambio, del deseo de venganza, pues la caverna tiene ahora acceso libre.

Tenemos otros rasgos innovadores. Una vez empapado de vino, Polifemo muestra sus inclinaciones sexuales: «Disfruto más con los muchachitos que con las mujeres» [95]. Sileno subraya la pederastia del Cíclope, cuando se queja con amargura de ser el Ganimedes de tan terrible monstruo [96]. Tal detalle, en los años en que la obra fue escrita, podría tomarse como un rasgo de refinamiento del siniestro antropófago.

El Cíclope hace una torpe alusión a la masturbación [97], en un contexto en que esta mostrando su menosprecio hacia Zeus y los demás dioses [98]. No celebra sacrificios en honor de ningún dios, sino de su propio vientre, «la más grande de las divinidades» [99]. Orgullo, arrogancia y blasfemia van de la mano, como rasgos definidores de su modo de ser.

Polifemo admite la existencia de dioses [100], se llama a sí mismo dios e hijo de dios [101], pero, frente a eso, rompe el orden establecido y, al modo de un sofista, intenta definir la divinidad [102]. En otros pasajes, el Cíclope se muestra como un ser civilizado que saluda a los griegos y les pregunta qué ciudad les ha educado [103]; conoce la guerra de Troya y la critica [104], censura duramente la perfidia de Helena [105]; está al tanto de los mitos (Radamantis, las Gracias, Ganimedes, Dárdano) [106]; no se deja engañar por los tópicos imperialistas atenienses [107] ni por las añagazas de Ulises [108].

En el Cíclope euripídeo se insinúan ciertos aspectos que serían luego desarrollados por los cínicos a partir del siglo IV a.C., especialmente la teoría según la cual la vida de los animales debe servir de modelo a la conducta humana. Polifemo, en efecto, a pesar de su apariencia civilizada, vive y actúa como un animal.

8. A fines del siglo V, Timoteo escribió un ditirambo llamado Cíclope en el que habla de mezcla de vinos, «sangre de Baco mezclada con lágrimas de las Ninfas»[109].

En la misma época, Filóxeno de Citera trató, el primero, los amores del Cíclope y Galatea en un ditirambo titulado Cíclope o Galatea [110]. Sobresale un fragmento [111] en que Ulises trata de convencer a Polifemo para que le deje salir del antro, porque le va a enseñar ciertos filtros eróticos con que ganarse el amor de la Nereida.

El tema del Cíclope enamorado y rechazado se hizo popular en la literatura posterior.

9. Si pasamos a la prosa, podemos comprobar que Tucídides recoge la opinión común de su época, según la cual son localizados en occidente los pueblos y lugares citados en la Odisea IX-X [112]. Efectivamente, el historiador menciona con reservas tal teoría, expresada ya por Hesíodo [113], indicando que se trata del criterio de los poetas.

Los Cíclopes, gentes que culturalmente se desenvuelven en unas condiciones rudimentarias, y que políticamente se comportan de modo anárquico, fueron motivo común entre los cínicos. Diógenes Laercio [114] afirma que Antístenes escribió varios tratados sobre el tema: Cíclope (o Acerca de Ulises), Acerca del uso del vino (o Acerca de la embriaguez, o Acerca del Cíclope).

Aristóteles se ocupó de Polifemo, como Cíclope singular [115] y, asimismo, de la enemistad entre el Cíclope y los feacios, descendientes también de Posidón [116].

10. Durante la época helenística el tema de los Cíclopes pastores, y especialmente el de Polifemo, aparece con relativa frecuencia. Vamos a hacer una selección de los autores y textos más relevantes. Valga lo dicho también para el periodo imperial que examinaremos a continuación.

Calímaco nos cuenta que Polifemo inventó un excelente encantamiento para el amado, en un contexto alusivo a la pederastia [117]. Menciona, asimismo, a los Cíclopes compañeros de Hefesto, localizados en la isla de Lípari [118].

Es Teócrito entre los poetas de esta época el que más utiliza tal motivo literario, pues Galatea, una Nereida, era considerada divinidad en Sicilia. En el tema de los amores de Polifemo con Galatea comienzan a darse ahora, en diversas dosis, los motivos grotescos y patéticos ya aludidos [119]. Galatea menosprecia a Polifemo, le arroja manzanas y le llama «aborrecible en amores (dusérota) y cabrero» [120]. El Cíclope, por su lado, lo intenta todo para atraerse a la Nereida. Teócrito nos ofrece un Polifemo enamorado hasta la locura (orthaís maníais) de Galatea, pues el monstruo ya no se preocupa de otra cosa más que de su amor por ella. Sentado desde el alba, se consume cantando con terribles heridas en su corazón. Encuentra remedio a sus males mediante el canto, contemplando el mar [121].

En el Idilio XI teocríteo aparecen los motivos del Cíclope pastor, la leche, el queso, las ovejas, corderos y terneras; Polifemo tiene viñas y disfruta de agua fresca procedente de la nieve del Etna. Hay, en cierto modo, una vuelta al modelo homérico, pero estamos en otra época de gustos literarios bien distintos, con clara predilección por las variantes raras e inéditas. Polifemo se ha enamorado de Galatea cuando ésta llegó con la ninfa Toosa, madre del monstruo, a coger flores de jacinto; él le había indicado el camino. El Cíclope afirma saber por qué lo detesta Galatea; el ojo único en mitad de su frente, su ceja peluda que va de una a otra oreja, su nariz aplastada, producen miedo a la Nereida. Polifemo desea besarle la mano, si ella no quiere que lo haga en la boca; adelgaza día a día, llamando a la amada; se queja a su madre, una ninfa, por haberle parido sin branquias. En verdad poco ha heredado el monstruo de su padre Posidón, dios del mar, pues ni siquiera sabe nadar para poder ir en pos de Galatea. Pero Polifemo sabe adaptarse: afirma que quizás encuentre otra Galatea más hermosa, y que hay chicas jóvenes que desean estar con él.

Licofrón hace alguna mención del Cíclope en su estilo tan difícil y retorcido [122].

Dentro de los prosistas, Polibio menciona de pasada la entrada de Ulises en la caverna del Cíclope (XXXV 6).

11. No es nuestro propósito detenernos en todas las menciones de los Cíclopes pastores en la literatura imperial. Haremos, pues, algunas calas para ver cómo evoluciona el tratamiento literario del Cíclope en el periodo tardío.

Plutarco recoge como lugar común el episodio de Ulises y el Cíclope: «¿Quién no preferiría ser Ulises en vez de Cíclope?» [123]. Otras varias citas muestran lo conocido y popular que era el relato homérico [124].

Luciano, por su parte, presenta a Polifemo como enamorado de Galatea, loco por ella, con aspecto salvaje y peludo. La Nereida lo protege, afirmando que tales cualidades son viriles, y que el ojo le va muy bien a su frente; está contenta de tenerlo como admirador, pues es buen músico. Doris, en cambio, le reprocha porque huele a cabrón, se come la carne cruda y usa como lira el cráneo de un ciervo con cuernos [125]. El monstruo afirma que Ulises le ha dado una droga con el vino, y expone ante Posidón, su padre, todas las añagazas del héroe [126]. Sobresalen algunos motivos: la borrachera, los deseos de fornicar, etc. Tenemos una innovación: Ulises aparece tomado a sueldo por Polifemo [127].

En Pseudo-Apolodoro [128] leemos un resumen bastante acertado del relato homérico en lo referente al Cíclope. Hay algún detalle innovador: Ulises y sus compañeros, mientras esperan en la caverna del Cíclope, sacrifican algunos cabritos del monstruo y celebran un festín [129]. Es de interés el comentario de J.G. Frazer dedicado a Ulises y Polifemo, con importante bibliografia, a pesar de los años transcurridos [130].

Ateneo recoge en varios puntos de su obra huellas del relato homérico; el enorme Cíclope borracho vencido por una persona pequeña [131]. Es decisiva su aportación especialmente en sus citas de fragmentos de los cómicos.

Dión Crisóstomo nos presenta un Cíclope fuerte y enorme de cuerpo, pero loco [132]. Escilas y Cíclopes le habrían servido a Homero para encantar a los insensatos [133].

Pausanias habla de los feacios que habitan cerca de los dioses, por donde vivían Cíclopes y Gigantes [134]. Hallamos en él mención de los Cíclopes constructores de las murallas de Tirinto [135] y de Micenas [136], así como de una cabeza de Medusa que se encontraba en Corinto [137].

Filón alude al Cíclope que se come trozos crudos de hombres [138]; la tierra de los Cíclopes es pura ficción mítica, dice, pues el fruto no se produce de no ser sembrado y trabajado [139].

Filóstrato [140] se refiere a Polifemo que se alimentaba de hombres al modo de los leones salvajes, pero que en aquel momento (nyní) se abstenía de tal alimento para no parecer glotón ni desagradable, dado que estaba enamorado de Galatea; aun así, no puede ocultar su verdadera naturaleza voraz, feroz, y salvaje por mucho que toque la flauta. Que la tierra, sin ser arada ni sembrada, nutría a los más salvajes y más carentes de leyes es motivo literario recogido en Filóstrato también [141].

Dentro de la poesía de época imperial, Quinto de Esmirna, siglo IV d.C., hace alusión al Cíclope devorador de hombres [142]. Una centuria más tarde, Nono nos habla del canto amoroso del Cíclope [143], pero Galatea recibe consejos para olvidar tales canciones aunque fueran dulces [144]. La Nereida teme por la vida del Cíclope y le pide a Posidón que lo salve [145]; está enamorada de Polifemo y lo echa de menos [146] y, aunque ella es una divinidad marina, está casada con alguien de tierra firme. Se cierra así un proceso circular: el ser monstruoso, horrible, detestado por todos, es ahora un héroe amado por una Nereida, con la que esta casado para siempre [147].

 

[1] Trabajo realizado dentro del PB 92-0576 de la CICYT. Hemos aprovechado bastantes datos de nuestra publicación «Les Cyclopes et leur pays dans la littérature grecque», en Peuples et pays mythiques, F. Jouan-B. Deforge (ed.). Paris, 1988, 57-71 (Una primera redacción de este articulo fue leída el l8-1-1994 dentro del curso de Cultura Clásica organizado por el ICE de la Universidad de Alcalá de Henares).

[2] Cf. J. Glenn, «The Polyphemus Folktale and Homer's Kyklopeia», TAPA 102, 1971, pp. 133-185, con abundante bibliografia; S.L. Schein, «Odysseus and Polyphemus in the Odyssey», GRBS 11, 1970, pp. 73-83. C. Calame, «Mythe grec et structures narratives: Le mythe des Cyclopes dans l'Odyssée», Il mito greco (Atti Conv. intern. Urbino, Maggio 1973), B. Gentili-G. Paoni (ed.) Roma 1977, pp. 369-391. Pueden leerse con interés también estos dos titulos: J.A. García Armendáriz, «Cíclopes y ojancos», Cuadernos de etnología y etnografía de Navarra 17, 1985, pp. 95-110; F. Bader, «Introduction a l'étude des mythes i.e. de la vision. Les Cyclopes», en Studi indeuropei, E. Campanile (ed.), Pisa 1985, pp. 9-50.

[3] Od. IX 105-566.

[4] Hesiodo, Th. 139-146.

[5] Cf. G.S. Kirk, El mito. Su significado y funciones en las distintas culturas, trad. esp., Barcelona, 1973, 195-203, donde se recogen distintas hipótesis en un eapitulo tilulado «Los cíclopes»

[6] Od. IX 105 ss. En Od. Vl 5 ss. se dice que «los feacios antes habitaban la espaciosa Hiperea cerca de los Cíclopes, hombres soberbios que los dañaban continuamente pues eran superiores en fuerza». (Cf. Homero, Odisea, trad. esp. J.L. Calvo, Madrid, 1988. Seguimos, en general, esta versión).

[7] Od. IX 166.

[8] Od. IX 167. Es importante señalar que el texto griego transfiterado es kapnòn t'autôn te fthongén / oíon te kaì aigôn, donde se aplica el término fthoggé, como sonido que se oye desde lejos, emitido por seres desconocidos, y también por animales. Cf: Od. XI 41-44 donde fthóggos se dice de las sirenas y IX 257, del Cíclope.

[9] Od. IX 172-176.

[10] Od. IX 106: uperfiálov athemíston.

[11] Od. IX 107-115.

[12] Od. IX 125.

[13] Od. 190-192.

[14] Cf. D . L. Page The Homeric Odyssey, Oxford,1955 1-20, concretamente el capítulo «Odysseus ad Polyphemus», donde se detiene en las diversas leyendas recogidas y resumidas en la Odisea. Por otro lado, siguen siendo importantes otros estudios anteriores: W. Grimm, Die Sage von Polyphem, Berlín, 1857; O. Hackman, Die Polyphemsage in den Volküberlieferung, Helsinki. 1904.

[15] Od. IX 116-171.

[16] Od. IX 120

[17] Od. IX 529

[18] Od. 1X 187-189

[19] Od. IX 188; «solo» (oîos), «a lo lejos» (apóprothen), «no con otros»

[20] Od. IX 224-227

[21] Od. I 68-75, donde se nos confirma que Polifemo es hijo de Posidón y de la ninfa Toosa. Véase Od. II 19.

[22] Od. IX 159

[23] Od. IX 195

[24] Od. IX 204

[25] Od. IX 209-210

[26] Od. IX 205.

[27] Od. IX 211.

[28] Od. IX 201.

[29] Od. IX 358.

[30] Od. IX 214-215. cf. Od. II 19.

[31] Od. IX 447-460.

[32] Cf. Od. IX 176. Zeus (Od. IX 262, 270, 294, 552); Zeus y los demás dioses (Od. IX 479); Atenea (Od. IX 317); un dios (IX 339); un demon ( Od. IX 381); Apolo (Od. IX 198 y 201).

[33] Od. IX 107. Véase también Od. IX 111 y 358: «la lluvia de Zeus».

[34] Od. IX 411 con referencia al «gran Zeus»; IX 412, súplicas a Posidón.

[35] Od. IX 275.

[36] Od. IX 277.

[37] Od. IX 528.

[38] Thymós: Od. lX 278.

[39] Od. IX 289-293.

[40] Od. IX 297.

[41] Od. IX 328 y 379.

[42] Od. I 70; IX 333, 383, 387, 394, 453, 503, 516. Hesíodo, en cambio, se refiere a un ojo circular (kukloterés) que estaba situado en mitad de la frente: Th. 145.

[43] Od. IX 389.

[44] Od. IX 275-276.

[45] Od. IX 525.

[46] Od. I 70-71.

[47] Cf. Fr. 172 rose (Era hijo de Posidón y de la ninfa Toosa. Cf. Od. I 69 ss.).

[48] Cf. nota 4.

[49] Fr. 52 M.-W.

[50] Fr. 70 a, 6 y 266 Snell-Maehler.

[51] Fr. 169, 5 S.-M.

[52] 11, 77, S.-M.

[53] Lo veremos en el apartado 7. Cf. Tr. 437; «El montaraz Cíclope».

[54] Cf. Or. 965, IA 265, 534, 1501, IT 845.

[55] Alc. 6.

[56] Cf. G. Kaibel Comicorum Graecorum fragmenta, I, Berlín, 1899, Fr. 81-83.

[57] Fr. 146 y 150 Kassel-Austin. Cf. Fr. 143-157 K.-A.

[58] Pl. 290, 296.

[59] Fr. 5 K.-A. (analfáveton). Véanse Fr. 3 y 4 K.-A.

[60] Calias (Fr. 5-13 K.-A.) y Antífanes (Fr. 129-131 K.a.).

[61] Cf. Eurípides, Cyclope, ed. R., Seaford, Oxford, 1984; G Wetzel, De Euripidis fabula satyrica, quae Cyclops inscribitur, cum Homerico comparata exemplo, Wiesbaden, 1965. Véase nuestro trabajo «El Cíclope de Eurípides: tradición e innovación literaria», Minerva 1, 1987, 41-59, con mas bibliografía. Seguimos la traducción publicada en Eurípides, Tragedias, I, trad. J.A. López Férez, Madrid, Cátedra, 1985.

[62] La Alcestis euripídea aunque ocupaba el cuarto lugar en la tetralogía correspondiente (Las Cretenses, Alcmeón en Psófide, Télefo, Alcestis) no es considerada propiamente un drama satlrico.

[63] Cf. Aristias, fr. 4 Snell (TrGF), donde Polifemo dice a Ulises: «Estropeas el vino al añadirle agua».

[64] Cyc. 316, 336.

[65] Cyc. 336.

[66] Cyc. 338-340.

[67] Cf. nuestra nota 10.

[68] Platón Grg. 483 b, referido a Calicles

[69] Cyc. 118.

[70] Cyc 120.

[71] Cyc. 20-21, 648.

[72] Cyc. 173-174, 235.

[73] Cyc. 648. En Hesíodo leemos que los Cíclopes eran hijos del Cielo y de la Tierra; Th. 139-146.

[74] Cyc. 134.

[75] Cyc. 123-124.

[76] Cyc. 218.

[77] Cyc. 24-25, 77-79.

[78] Cyc. 130

[79] Cyc. 122.

[80] Cyc. 218. Los griegos preferían la leche de oveja y de cabra. Era bastante raro tomar leche de vaca: Cf. Galeno, VI 765 Kühn. Es una nota más para señalar el carácter extraño y salvaje de los Cíclopes. En general, beber leche en grandes cantidades era para los griegos rasgo propio de bárbaros: cf. Heródoto, I 216; III 23, IV 2, o de pastores: Teócrito XI 34-35, Euripides, El. 169.

[81] Cyc. 332. Ia oposición anánke/nómos (fuerza/ley) es recogida en Eurípides: Fr. 433 Nauck. La oposicion fúsis/nómos (naturaleza/ley) la tenemos en Fr. 920 N.; Tr. 886; Ba. 895-896.

[82] Cyc. 92. Cf. también 126: «Dicen que los extranjeros tienen las carnes más sabrosas». Véase asimismo 367.

[83] Cyc. 30-31. El motivo de la impiedad aparece repetido en varias ocasiones: 289, 348, 378, 438, 693.

[84] Cyc. 382 ss.

[85] Cyc. 242-243. En Od. IX 291 no se habla de cuchillos, sino simplemente de «cortar», «dividir» (tamón).

[86] Cyc. 243 249.

[87] Cyc. 245.

[88] Cyc. 395, 397.

[89] Cyc. 395. Degollar con un hacha, en vez de cuchillo, subraya, una vez mas, la ferocidad del Cíclope.

[90] Cyc. 397. Obsérvese que tal sacrificio es impío, pues viene consagrado al propio monstruo, y no está de acuerdo con el ritual.

[91] Cyc. 398: rythmôi tini.

[92] Cyc. 403-404

[93] Cyc. 358 ss.

[94] Cyc. 532 ss.

[95] Cyc. 583-584.

[96] Cyc. 585 y 589.

[97] Cyc. 328.

[98] Cyc. 320.

[99] Cyc. 335.

[100] Cyc. 321, 328.

[101] Cyc. 231. Los demás lo tienen por una bestia: 602 (Ulises), 658 (el Coro).

[102] Cyc. 316, 335, 337 ss.

[103] Cyc. 276

[104] Cyc. 283.

[105] Cyc. 280

[106] Cyc. 273, 581, 586.

[107] Cyc. 302 ss.

[108] Cyc. 310-311.

[109] Fr. 780 Page (PMG)

[110] Fr. 817 Page (PMG). Cf. A.S.F. Gow, Theocritus, Cambridge,1973, II, 118.Según Duris de Samos, Polifemo, atraldo por los excelentes pastos y por la abundancia de leche construyó un templo en honor de Galatea, al pie del monte Etna. Filóxeno visitó tal templo y, al no comprender su origen, inventó el amor de Polifemo por la Nereida. No obstante, no cabe descartar una intención satírica en Filóxeno. Se sabe, de otro lado, que este poeta intrigó en unión de Galatea, amante de Dionisio de Siracusa, fue descubierto y enviado a las canteras. Su ditirambo presentaba a Galatea como una ninfa marina; a Dionisio, como Polifemo; y al poeta, o sea, a sí mismo, como Ulises. Cf. Ateneo 7 a, 564 e. Plutarco, Mor. 622 e dice: «Filóxeno afirma que el Cíclope curó su amor gracias a las Musas de buenas canciones». El tema, propio del gusto helenistico por la mezcla de aspectos patéticos y grotescos, fue recogido por otros autores; Hermesianacte, Fr. 7, 73 Powell; Calímaco, Epigr. XLVII; Bión II 2; etc.

[111] Fr. 818 Page (PMG).

[112] VI 2,1.

[113] Hesíodo, Th. 1014 ss.; Fr. 150 M.-W.

[114] D.L. VI 17-18.

[115] Cf. nuestra nota 47.

[116] Fr. 173 Rose.

[117] Epigr. XLVII. También en un escolio a Apolonio de Rodas, I 1207 leemos que Hilas era el amado de Polifemo, no ya de Heracles. Véanse, además, Cer. 9, 46, 81, 85. Por otra parte, el poema épico Galatea del que quedan dos fragmentos: Fr. 378, 379 Pfeiffer.

[118] Fr. 818 Page (PMG).

[119] Cf. nuestra nota 110.

[120] Teócrito VI 7.

[121] El idilio XI ofrece, por primera vez, el motivo de Polifemo dedicado a la canción y la música, como medio para aliviar sus penas de amor.

[122] En Alejandra 659-661 se alude a Ulises, que le ofrecerá al león antropófago la copa de vino bebida tras la cena. En v. 765 se habla del monstruo ya ciego.

[123] Fr. 121 Sandbach.

[124] Cf. para otras citas del Cíclope: 181 f y 336 f (cegamiento), 435 b (cita del Cíclope euripídeo) 506 b (fidelidad de los compañeros de Ulises), 698 f (el Cíclope tiene un solo ojo), 762 f (cf. nota 110), 986 f (la tierra de los Cíclopes, no arada ni sembrada, pero tan fecunda y rica por naturaleza que produce todo tipo de frutos), 1011 a (los miembros con que Ulises ató los carneros); en las Vidas hallamos, asimismo, algunas referencias al tema: Cat. Ma. 9 (que Ulises quería volver a la caverna a recoger el gorro y cinturón que allí se había dejado) Galb. I (Démades comparaba el ejército macedonio, tras la muerte de Alejandro, con el Cíclope cegado, por los muchos movimientos desordenados y al tuntún que hacía).

[125] D.Mar. 1. Otras citas: cómo el Cíclope mataba y descuartizaba a sus víctimas, y les sacaba el corazón (Sacr. 13); una alusión a comerse a Nadie el último (Cat. 13); que Pégasos, Quimeras, Gorgonas, Cíclopes y todos los del estilo son cuentitos muy extraños y maravillosos que encantan las almas de los niños (Philops. 2).

[126] D. Mar. 2.

[127] Pseudol. 27. También menciona Luciano a los Cíclopes del Etna forjadores del rayo de Zeus.

[128] Epit. VII 4-9

[129] Epit. VII 5.

[130] Apollodorus. The library, Londres, Loeb, 1921, II, 404-455 (Hay varias reediciones). Se habla allí de Dolopathos (una colección medieval de cuentos); de cuentos semejantes escoceses, vascos, rumanos, italianos, rusos, estonios, lapones, fineses, lituanos, alemanes, bretones, gascones, sicilianos, capadocios, griegos modernos, albaneses, húngaros, sirios, árabes, armenios, caucásicos, mongoles, etc. Respecto a los Cíclopes forjadores del rayo: I 1.1; II 1.2; III 10,4. Los que fortifican Corinto son citados en II 2.2.

[131] Ateneo 10 e. Nos habla (en 20 a) del ítalo-griego Enonas que presentó una parodia en que aparecía el Cíclope silbando y Ulises hablando un griego incorrecto. Cf. 179 c, 610 d.

[132] XXXII 95.

[133] LV 11.

[134] VIII 29.2. Cf. X 22.7.

[135] II 16.5. Cf. II 25.8.

[136] VII 25.6.

[137] II 20.7. Cf. II 2.1 a propósito del altar, en Corinto, donde se hacían sacrificios en honor de los Cíclopes.

[138] Vit. con. 40 (477)

[139] Prov. 2, 66 (646).

[140] Philostr. Iun., Im. II 18.

[141] V.A. VI 11.

[142] VIII 126. Menciona, además, a los Cíclopes que habían fabricado la armadura de Zeus: XIV 446.

[143] VI 303-304.

[144] VI 332. Véase también 279.

[145] XXXIX 257 ss.

[146] XI 555.

[147] Cf. A. Ruiz de Elvira, Mitología Clásica, Madrid 1975, p. 41, a propósito de la descendencia del Cíclope.

Dr. D. Juan Antonio López Férez. Catedrático
Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED)
Departamento de Filología Clásica
Facultad de Filología
Madrid, España.
©1996, Juan Antonio López Férez.
Reproducido con autorizaciĆ³n del autor.